📚 Lucha: Deja de autoboicotearte y transforma tu vida (Hazel Gale)

«Lucha: Deja de autoboicotearte y transforma tu vida» es una obra reveladora escrita por Hazel Gale, una reconocida coach de vida y ex campeona de kickboxing. En este libro, Gale nos ofrece un enfoque innovador para superar los obstáculos internos que nos impiden alcanzar nuestro máximo potencial.

A través de su experiencia personal como atleta de élite y sus años de trabajo como terapeuta cognitivo-conductual, Gale presenta un enfoque práctico y accesible para enfrentar y superar las barreras mentales que nos limitan. Desde la autocompasión hasta la autoestima, desde la gestión del estrés hasta la visualización positiva, Gale aborda una amplia gama de temas con ejercicios y técnicas específicas para ayudarnos a identificar y superar nuestras autolimitaciones.

Escribí Lucha para guiar al lector en un proceso que le ayudará a maximizar su potencial para tener éxito, relaciones armónicas y ser feliz.

Este proceso de aprendizaje se basa en historias, en anécdotas personales y en una teoría fácil de asimilar; al llegar al final, el lector será un experto en algunas de las técnicas más potentes para reivindicar el control sobre lo que piensa, siente y cómo actúa.

Elegir el ámbito que tratar

En caso de no estar seguro de qué aspectos trabajar, esta lista enumera algunos de los pensamientos, sentimientos y comportamientos de autoboicot más habituales. Cualquiera de ellos podría indicar la clase de conflicto interior que este libro ayudará a solucionar; mi propuesta es marcar con una nota o un círculo aquellos elementos de la lista contra los que nos enfrentamos en mayor medida.

  • Miedo injustificado, ansiedad o fobias.
  • Resentimiento de larga duración respecto a otras personas o circunstancias externas.
  • Priorización constante de las necesidades de los demás antes que las propias.
  • Procrastinación, no desarrollar el potencial, o cualquier otra sensación de evitar un desafío potencialmente beneficioso.
  • Sensación recurrente de fraude o fracaso, por muy válidos que puedan parecer otros logros sobre el papel.
  • Pensamientos constantes negativos o contraproducentes tales como «no puedo…» o «no seré capaz…»; pueden ser específicos, como por ejemplo «no soy bueno en mates», o mucho más generales, como «simplemente no soy lo bastante bueno».
  • Comer en exceso o demasiado poco (o cualquier clase de trastorno alimenticio).
  • Autolesionarse, autocompadecerse o negligencia física.
  • Abandono de círculos sociales.
  • Adicciones y dependencias como el alcoholismo, las drogas, el juego, la adicción al trabajo, o consumir de forma compulsiva.
  • Reticencia a buscar o aceptar ayuda.
  • Actuaciones que boicotean las relaciones personales.
  • Disociación de emociones (como si hubiera ausencia de sensaciones).
  • Enfermedades o lesiones frecuentes e inoportunas.

Llevar un diario. El poder sanador de la escritura

Ponerse a escribir con lápiz sobre papel (o tal vez sobre una pantalla táctil) nos ayuda a conseguir nuestros objetivos. Todos los pacientes que visitan mi consulta se llevan una libreta nueva a casa para llevar un registro de su experiencia y documentar sus procesos mentales entre sesiones.

Cambios conductuales

Por último, también se han documentado cambios conductuales tales como una mejora en las notas de estudiantes universitarios, de la memoria funcional (la capacidad de concentrarse en tareas complejas) y de la sociabilidad (los participantes se mostraron más comunicativos con otras personas, se reían más fácilmente y empleaban palabras más positivas emocionalmente).

Identificar el autoboicot

Hasta que haces consciente lo inconsciente, este dirigirá tu vida, y lo llamarás destino. (CARL JUNG)

Mientras el pensamiento consciente puede responder a la lógica pura y el razonamiento, el inconsciente funciona con el simbolismo, las imágenes, la emoción y la metáfora.

Pero todos tenemos momentos en los que sentimos que el control se nos escapa. Aunque sea de muy poca utilidad, nuestra reacción instintiva normalmente es ceder aún más control al intentar negar, olvidar o desentendernos de tales situaciones. Si echamos la vista atrás, ante las decisiones más desconcertantes decimos cosas como «no sé en qué estaba pensando», «algo se apoderó de mí» o «no era yo». No obstante, para superar nuestras tendencias de autoboicot debemos ser responsables de ellas, y para poder hacerlo en primer lugar debemos ser capaces de reconocerlas como lo que son.

Capítulo 1: La mente. Comprender el conflicto interno

Lo irónico es que los relatos que nuestros monstruos nos hacen creer («no soy digno de que me quieran», «soy estúpido», «no encajo», «nunca seré capaz de») son en realidad la clave de nuestro desarrollo. Y sin embargo, en un intento desacertado de sentirnos bien con nosotros mismos, ocultamos esas piezas fundamentales del puzle de nuestra percepción consciente y preferimos centrarnos en los síntomas que producen, normalmente de forma infructuosa. En lugar de abordar la raíz de nuestro estrés, buscamos un tratamiento para el insomnio; en lugar de centrarnos en el descontento intrínseco con quienes somos, intentamos adelgazar, o tener más masa muscular, o más cualificaciones, para sentirnos mejor con nosotros mismos.

Creo que un arquetipo más apropiado por oposición a la víctima es el autor. Superar los desafíos de la vida no consiste en eliminar pensamientos o sentimientos negativos, sino en explorarlos y finalmente convertirlos en algo maravilloso. 

La batalla: consciente contra inconsciente

Casi cualquier asunto de los que se tratan en la terapia tiene que ver con algún tipo de conflicto entre la comprensión consciente y la inconsciente. Esto se reduce a una discrepancia entre lo que creemos/sabemos que es cierto y lo que sentimos/hacemos.

EJEMPLOS
El pensamiento consciente dice: «deja de fumar»; el inconsciente: «necesito un cigarrillo».
El pensamiento consciente dice: «escribe tu CV y solicita ese empleo»; el inconsciente: «hora del café».

Hipnosis

El trabajo del hipnoterapeuta ya no consistía en inducir un trance, sino en deshipnotizar al individuo para sacarlo del que ya estaba experimentando.

Los momentos del monstruo (autoboicots) no son más que comportamientos en trance no deseados.

Nuestra aportación

El filtro de la realidad no es el único proceso mental que influye en que el mundo que percibimos sea tan personalizado. Además de borrar, generalizar y distorsionar, la mente inconsciente añade alguna información extra antes de crear nuestra réplica del mundo como una realidad virtual interna. En el libro The User Illusion, Tor Nørretranders1 afirma que el 90 por ciento de lo que vemos, oímos, sentimos, paladeamos y olemos se genera internamente. Eso significa que la inmensa mayoría de lo que creemos percibir a nuestro alrededor podría ser completamente inventado. El cerebro añade la información extra, que por supuesto se basará también en lo que ya creemos, una fracción de segundo antes del reconocimiento consciente.

Los monstruos son comensales realmente sibaritas

Todas nuestras creencias determinan la «realidad» en la que (creemos que) vivimos. Algunas de ellas son muy personales, y otras se basan en la sabiduría percibida como general y la norma cultural.

Nuestras creencias más limitantes (los relatos del monstruo), ya deriven de tendencias sociales o de circunstancias personales, merecen ser reconsideradas.

El punto ciego

El punto ciego de la vista humana es una prueba contundente de la capacidad del cerebro para crear imágenes convincentes en lugar de información real.

Todos tenemos dos puntos ciegos en la vista: uno en cada ojo. En la parte posterior del ojo hay una capa de fotorreceptores que cubren la retina, que funciona de forma muy parecida a una película fotosensible en una cámara tradicional: registra la información transmitida por los rayos de luz desde el mundo exterior. No obstante, en el lugar donde el nervio óptico se une a la retina, hay un orificio. Eso significa que el cerebro no recibe información del ojo sobre este fragmento concreto de aquello que estamos viendo. Y sin embargo, a pesar de estos orificios, no nos falta nada en nuestra visión. Esto se debe en parte a que los puntos ciegos de cada ojo se encuentran en sitios distintos, de modo que un ojo ve lo que el otro no puede ver. Aun así, si cerramos un ojo, no vemos un gran agujero negro porque el cerebro crea una imagen aproximada de lo que cree que podría ver en esta zona; para ello se basa en lo que hay alrededor de la sección que no ve, y lo usa para llenar el hueco. De modo que parte de lo que vemos es inventado; una suposición.

Se puede ver realmente el punto ciego que rellena el cerebro mediante la imagen que aparece a continuación.

Instrucciones: cerrar o cubrir el ojo izquierdo con la mano, y con el ojo derecho enfocar la mirada en la cruz. Mover la cabeza lenta y gradualmente para acercarnos y alejarnos de la imagen. Hay un punto, seguramente a unos diez centímetros de la imagen, en el que el monstruo desaparece. No se debe mirar directamente para comprobarlo, simplemente hay que seguir mirando la cruz y el monstruo aparecerá y desaparecerá de la visión periférica.

Aguas desconocidas

En resumen, la realidad no es lo que parece. Lo que sabemos a nivel consciente de ella es solo una diminuta fracción de lo que hay realmente en el exterior, y la mayor parte de esa diminuta fracción seguramente también es inventada. Estupendo. No obstante, por muy extraña que suene esta idea cuando la oímos por primera vez, en realidad no es algo malo. Si algo no nos gusta de este mundo como lo vemos, podría ser que tuviéramos que ajustar el filtro, más que la realidad.

Cuestionamiento analítico

Preguntas para entender una cuestión concreta

¿En qué contexto(s) vital es más probable que tenga lugar esta reacción?
¿Con qué clase de persona es más probable que tenga lugar esta reacción?
¿Hay algún momento o día concreto en el que es más probable que se manifieste esta reacción? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué pasa en esos momentos?
¿Qué pensamientos sobre el propio yo acuden a la mente mientras se tiene esa reacción?
Y después de tener esa reacción, ¿qué pensamientos sobre uno mismo acuden a la mente?
Cómo nos hace sentir este problema de forma específica?
¿Hay otras situaciones de nuestra vida actual que nos hacen sentir de forma similar? ¿Cuáles son?
Si hubiera una relación entre las distintas situaciones, ¿cuál sería?
¿Cómo afecta el boicot al resto de nuestro día, semana o mes?
¿Afecta a la forma de relacionarnos con los demás? ¿Cómo?
¿Afecta a nuestras expectativas de futuro? ¿Cómo?
¿Desde hace cuánto se viene produciendo esta reacción?
¿Qué era distinto antes de que se produjera por primera vez?
¿Cómo era nuestra vida en esa época?
Si hay situaciones en las que esta cuestión no nos afecta (o de la que nos olvidamos temporalmente), ¿cuáles son?
¿Qué tienen de diferentes esas otras situaciones y cómo conseguimos que esta cuestión no nos afecte?

El objetivo del monstruo

Todos los rasgos de autoboicot tienen como objetivo recabar alguna clase de beneficio, además de tener un efecto perjudicial (normalmente más evidente). Esto resulta más fácil de reconocer en unas situaciones que en otras, porque los beneficios a veces son completamente inconscientes.

¿Qué ganamos si abandonamos el autoboicot?

¿Qué perdemos si abandonamos el autoboicot?

Si hubiera algo a lo que deseamos aferrarnos relacionado con la cuestión que estamos tratando, ¿qué sería?

Si hubiera algo de lo que la mente tal vez nos estuviera protegiendo, al boicotearnos de esta manera, ¿qué sería?

Capítulo 2: El Monstruo

Lo que llamamos «monstruo» es la parte de nuestra personalidad que conectamos con esas dolorosas creencias sobre uno mismo; es la parte que vemos como «no lo bastante…». Puesto que, en lo más profundo, sentimos que nuestras limitaciones percibidas nos hacen indignos de la conexión, oponemos resistencia a ese aspecto del yo, luchando contra él o negándolo. Intentamos taparlo con falsedades, con triunfos, bebiendo para someterlo, atontarlo con drogas, ocultarlo haciendo felices a los demás, o aumentarlo haciéndonos más delgados, fuertes, guapos, mejor cualificados o más guays, etc. Haremos todo lo que esté en nuestra mano para protegernos de la perspectiva de que queden al descubierto los rasgos de nuestra personalidad que nos inspiran vergüenza, pero dado que «aquello contra lo cual nos resistimos persiste», solo conseguimos empeorar las cosas.

Luchar contra nuestros monstruos tiene como resultado el autoboicot porque el monstruo es el yo. Para tomar el control, lo que necesitamos en realidad es aceptar las partes de nuestra personalidad contra las que nos resistimos y volverlas a integrar en el conjunto. Y como la aceptación comienza con la comprensión, en el siguiente capítulo vamos a conocer mejor a esos monstruos echando un vistazo a las clases de autoboicot que suelen inspirar y el origen de las creencias limitantes.

Fluir

El requisito clave para fluir es que la actividad sea lo suficientemente absorbente y desafiante como para exigir nuestra completa atención, pero no tanto como para perder la seguridad en nosotros mismos. Por tanto, se puede fluir en ese dulce lugar entre la complacencia y la ansiedad. Cuando accedemos a este estado, la tripulación puede ocuparse de varias cosas a un tiempo, actuando de forma instantánea y precisa, sin que «nosotros» tengamos que pensarlo dos veces (o siquiera una).

Fluir, en otras palabras, es uno de los «estados hipnóticos» positivos en los que con gusto entraríamos si tuviéramos la oportunidad. Es cuando nos vemos creando cosas que, en retrospectiva, nos preguntamos de dónde han podido salir. Quizá lo más importante sea que es un estado de disfrute inherente. Cuantos más momentos para fluir consigamos para nosotros mismos, más felices seremos.

Qué es lo que bloquea la posibilidad de fluir

Obviamente, la inseguridad que obstruye el estado de fluir no es un fenómeno exclusivo de los deportes de combate. El pánico escénico puede aparecer en todo tipo de situaciones. En un paralelismo similar, la conversación espontánea que surge entre amigos contrasta con el balbuceo incoherente que se produce en presencia de una persona que nos resulta atractiva; y la facilidad para responder preguntas cuando se estudia en casa contrasta con el vacío mental que puede asaltarnos en un examen.

En cualquier caso, una creencia «monstruo» probablemente intentará jugar su papel. Cuando la mente se halla absorta en la batalla entre el pensamiento consciente y el inconsciente, el rendimiento suele estar por debajo de lo que debería porque ninguno de los dos puede dedicarse de lleno a la tarea. Por el contrario, experimentamos una especie de cortocircuito psicológico que puede incapacitarnos temporalmente en el peor momento. De pronto, en lugar de escuchar atentamente a la persona que nos hace una entrevista de trabajo, sintonizamos con un terriblemente molesto monólogo interior sobre nuestra propia ineptitud que realmente (y de manera frustrante) puede hacernos parecer un poco ineptos. Un desastre.

El resultado es un ciclo de terrible fortalecimiento de las creencias que se retroalimenta y funciona así:

  1. La creencia provoca el miedo.
  2. El miedo mantiene la idea que se cree presente en la mente.
  3. El pensamiento frecuente conectado con el miedo lleva a comportamientos relacionados.
  4. Después, los comportamientos se respaldan en el miedo original, de modo que el miedo parece aún más cierto y aterrador… Y todo se repite de nuevo.

Mensajes de la infancia: la construcción de las creencias

Todos contamos con una serie de creencias individuales que definen el mundo como lo conocemos, y son tan personales como las huellas digitales. Algunas son negativas, otras positivas, pero todas son en gran medida resultado de experiencias aprendidas. Hay algunos estudios que sugieren que los recuerdos pueden transmitirse genéticamente, e incluso hay quien afirma que los tejidos recibidos en una donación de órganos podrían contener información sobre el pasado del donante. Pero, en general, no venimos a este mundo creyendo que somos nulos en matemáticas, o que somos guapos, o que tenemos suerte. Estas ideas se desarrollan a medida que acumulamos experiencias, especialmente en los primeros años.

Si uno de los padres, un maestro, un compañero de infancia o simplemente nuestra propia interpretación de cierto suceso comunica que no cumplimos en algún aspecto, este mensaje puede aprenderse. Si a un niño se le dice que no sabe álgebra las veces suficientes, empezará a creer que es cierto.

Las creencias limitantes como «no soy lo bastante bueno», «no encajo», «no valgo» o «soy estúpido/feo/odioso», aunque parezcan extremas, son conclusiones un tanto exageradas a las que es fácil llegar de niño porque pensamos diferente: el mundo es binario. Todo es muy bueno o muy malo; somos ganadores o perdedores; somos queridos o somos odiosos.

Procesamiento

En sus estudios sobre el desarrollo cognitivo de los niños, el pedagogo suizo Jean Piaget definió cuatro estadios por los que deben pasar los niños antes de adquirir las capacidades racionales de un adulto:

Procesamiento nominal: este estadio es completamente binario. En este punto de desarrollo mental, si un niño participa en una carrera, solo comprenderá dos resultados potenciales: ganar o perder.

Procesamiento ordinal: en este estadio, es posible una gradación básica. Ahora el niño podrá comprender que hay un segundo y tercer puesto, pero todavía está bastante limitado.

Procesamiento de intervalos: en esta etapa, el grado en el que se consigue un ranking ya puede tenerse en cuenta: «Mami, llegué el segundo. ¡Pero por poco!».

Procesamiento de la ratio: solo en este estadio final (potencialmente a los doce años, según el estudio de Piaget) los niños pueden ser capaces de la clase de procesamiento que se puede esperar de un adulto. Los juicios personales ahora tienen en cuenta los sistemas de valores individuales: «Perdí la carrera, pero no es tan importante. Prefiero asistir a mi clase de teatro».

Monstruos de la vergüenza (Indignos de conexión)

La psicóloga y experta en este tema de la vergüenza Brené Brown afirma que todos experimentamos este destructivo estado emocional. Lo describe del siguiente modo: «La vergüenza es el miedo a la desconexión: el miedo a algo que hemos hecho o dejado de hacer, un ideal al que no hemos estado a la altura, o un objetivo que no hemos conseguido y nos hace indignos de conexión».

«Indignos de conexión.» Ese es el desencadenante. Experimentamos la vergüenza a cierto nivel cuando se desencadenan nuestras creencias más dolorosas sobre la autoestima, porque esas son las cosas que nos hacen sentir como si de algún modo no fuéramos dignos del amor, tiempo, respeto o admiración de otras personas. Cuando se activan, nos vemos arrastrados a un mundo interior de ansiedad oculta, que nos hace sentir aún más extraños, aún más «no lo bastante…».

El sufrimiento del hiperambicioso

La negación o el aturdimiento de la vergüenza con cosas como la comida, la bebida, las drogas, el juego o la procrastinación no es la única vía para luchar contra los monstruos. Quien se resiste de forma agresiva a la creencia negativa «no soy lo bastante bueno» tiene más posibilidades de convertirse en una persona «hiperambiciosa». Se trata de un término curioso, porque cualquiera que encaja en esta descripción diría casi con toda seguridad que ser «hiperambicioso» no es una posibilidad. Para quien tiene esta mentalidad, nada es suficiente. Ahora explicaré por qué.

Para plantar resistencia al sentimiento de «ser menos que», las personas hiperambiciosas lucharán por hacer todo lo posible para desmentir sus creencias limitantes. Como resultado de esta decisión, pueden conseguir un alto rendimiento, como por ejemplo las mejores notas en la escuela o primeros puestos en el deporte. Tal vez incluso consigan publicar un bestseller o ganar un premio Nobel. Pero dado que el mensaje se ha incorporado en ellos como una verdad, estos intentos fracasan en su intención primera. De hecho, están destinados a aumentar los sentimientos subyacentes de inferioridad y fraude porque, cuanto mayor es su éxito, más crece la bestia que se esconde tras ellos. El resultado es una sensación continua de decepción y un sentimiento cada vez mayor de vergüenza.

Mientras estamos combatiendo con logros cualquier clase de creencia «no soy lo bastante…», repetimos el mismo patrón una y otra vez. Nos aferramos con esperanza a un sinfín de objetivos pensando algo así: «No soy lo bastante (…) ahora mismo, pero si pudiera hacer/ganar/conseguir/obtener lo que tengo ante mí ahora, entonces lo seré». Este hacer/ganar/conseguir/obtener puede ser un título, una pareja, un mayor grupo de amigos, un cuerpo más delgado o musculoso, una capacitación, un coche deportivo, o cualquier cosa que tengamos a la vista que creamos necesitar para poder sentirnos «lo bastante».

Capítulo 3: La zona de (des)confort

Cuando crecemos, la mente inconsciente conserva cuidadosamente copias de los momentos importantes para ser capaz de reconocer instantáneamente cualquier cosa similar en el futuro. Aquí los llamaremos recuerdos «de cableado activo»; son como burbujas mentales cargadas de sonidos, imágenes, sabores, olores, asociaciones y mensajes insoportables. En el inconsciente los damos por ciertos, y los mantenemos vivos, presentes, accesibles y repletos de todas las emociones pertinentes, para no olvidar las importantes lecciones que nos enseñaron.

A la larga, la vida bajo el cristal no es cómoda porque conscientemente queremos crecer. No queremos más de lo mismo; queremos explorar cosas nuevas y alcanzar niveles más altos. Y por eso el mundo cuidadosamente preservado por una temerosa mente inconsciente se parece más al (des)confort que a un ámbito familiar feliz.

Esta categoría del autoboicot no solo incluye traspiés conductuales obvios. La mente además nos puede arrastrar al crear un mapa temático del fracaso de la realidad para que nos preocupemos.

Me gustaría destacar cuatro de las variantes más comunes que agradan a nuestros monstruos para mantenernos en la zona de (des)confort, para poder empezar a detectar las formas incluso más discretas de autoboicot. Las cuatro variantes mencionadas son entonces los actos deliberados para mantenernos en esa zona de (des)confort.

Comparación («compara y desespera»)

Compararnos con los demás es una manera infalible de limitar la autoestima. Si la norma es «menos que», la comparación podría ser una de las formas de autoboicot de la mente. Siempre habrá alguien que haga algo mejor que nosotros. Es una simple cuestión matemática. Evaluarnos en relación con los demás solo lleva a conclusiones inoportunas sobre nuestra capacidad o valor. Incluso cuando creamos que «ganamos» el juego de la comparación, el hecho de que elijamos jugar significa que estamos alimentando la parte de la mente que cuestiona nuestra valía.

Muchos de mis pacientes que luchan contra asuntos relacionados con su imagen admiten una adicción destructiva a las redes sociales. Saben perfectamente que ver una foto tras otra de relucientes cuerpos de gimnasio supone un sufrimiento inútil. Y sin embargo, les cuesta mucho dejarlo porque el canto de sirena del monstruo del (des)confort es demasiado seductor, y compararse con las efigies deshidratadas y famélicas de la perfección les ayuda a permanecer en la agónica posición de «menos que».

Las comparaciones son algo inconveniente precisamente porque nos hunde en una dinámica en la que creemos la ilusión de que nuestra seguridad proviene de que el otro pueda ser inferior a nosotros. Las comparaciones requieren una métrica. Ten en cuenta que no existe una manera de medir los aspectos internos y que los aspectos externos de los demás pueden ser fingidos. Las comparaciones te quitan alegría. Compararte no te da valor, sentido ni ningún logro en tu vida – más bien te aleja de ello.

Para dejar de lado la necesidad de complacer a los demás, es importante comenzar por desarrollar una mayor autoconciencia y autoestima. Aprende a identificar tus propias necesidades y establecer límites saludables. Practica decir “no” de manera asertiva y sin sentirte culpable. Cuestiona las creencias y expectativas sociales que te llevan a complacer a los demás en detrimento de tu bienestar.

Preocupación y ansiedad

Necesidad de controlarlo todo.

La preocupación, como ya hemos dicho, puede agriar las fresas de cualquier pícnic. Este autoboicot secuestra nuestra percepción, nos impide ver soluciones reales y otorga un poder injustificado a los elementos externos que consideramos perjudiciales al privarnos de una sensación de control. Por supuesto, la preocupación es útil en algunas ocasiones, pero solo cuando se centra en aquellas cosas respecto a las cuales podemos hacer algo (y cuando actuamos). No obstante, si el objeto de la ansiedad es algo en relación a lo cual no podemos hacer nada, la preocupación solo servirá para autolesionarse.

Ira, culpa y quejas

Vivir quejandose de los demás.

Solemos pensar que desviar la culpa de nosotros mismos nos hará sentir mejor, pero a la larga no es así. Hay momentos en que la ira está justificada y puede ser incluso útil pero, al igual que en el caso de la preocupación, esto solo ocurre cuando actuamos de forma responsable (y no vengativa). De lo contrario, estas emociones pueden enconarse y estancarse en la mente, y mientras lo hacen, nos impiden tener sentimientos más positivos. El rencor es otra manera de agriar las fresas. Por esa razón conviene ofrecer por todos los medios una crítica constructiva a la persona que lo necesite, pero quejarse de ella a una tercera persona o sentirse molesto por las maldades de otra gente, mientras no podemos conciliar el sueño, solo volverá a arrastrarnos a la zona de (des)confort.

Complacer a los demás

Con esto no me refiero al hecho de ayudar a otras personas. Eso es algo muy distinto. Complacer a los demás significa priorizar constantemente las necesidades, los deseos y la relevancia de otras personas antes que las nuestras, en momentos en que no es del todo necesario. Al principio, este rasgo nos engaña al hacernos pensar que solo estamos «siendo amables». No obstante, si los esfuerzos por complacer continuamente tienen el efecto contrario en nosotros (cuando apuntalamos el ego de otra persona, o incluso la ayudamos en un momento difícil), entonces nos estamos boicoteando. No estoy defendiendo el egoísmo, ni justificando que solo se actúe por interés propio. La diferencia depende de los matices. Si un acto de amor, ayuda o apoyo se hace de forma sana, supondrá una carga mínima en quien lo hace y, en última instancia, le hará sentirse mejor como resultado. Las personas que quieren agradar a los demás no obtienen ese beneficio porque toda la ayuda que ofrecen que pueda comprometer su propia autoestima, la socava un poco más, y a la larga les hace sentirse resentidos con aquellos que se benefician de sus esfuerzos.

Aprende a identificar tus propias necesidades y establecer límites saludables. Practica decir “no” de manera asertiva y sin sentirte culpable. Cuestiona las creencias y expectativas sociales que te llevan a complacer a los demás en detrimento de tu bienestar.

Existen varias razones por las cuales la necesidad de complacer a los demás se ha vuelto tan común:

  1. Aprobación social: La mayoría de las personas anhelan la aprobación y el reconocimiento de los demás. Buscamos la validación de nuestra valía personal a través de la aceptación y el aprecio de los demás. Esta búsqueda constante de aprobación puede llevarnos a hacer sacrificios y poner las necesidades de los demás por encima de las nuestras.
  2. Miedo al rechazo: El miedo al rechazo es una emoción poderosa que puede influir en nuestras acciones. Tememos que si decimos “no” a alguien, seremos juzgados o excluidos. Esta preocupación por el rechazo puede llevarnos a complacer a los demás para evitar enfrentar situaciones incómodas o conflictos.
  3. Creencias limitantes: A menudo, tenemos creencias arraigadas de que nuestro valor como personas está directamente relacionado con nuestra capacidad para satisfacer las expectativas de los demás. Estas creencias limitantes nos llevan a creer que si no complacemos a los demás, seremos menospreciados o no mereceremos amor y aceptación.
  4. Evitar el conflicto: El conflicto puede ser incómodo y desafiante, por lo que muchas personas optan por complacer a los demás en lugar de enfrentar situaciones conflictivas. La necesidad de mantener la armonía y evitar el conflicto puede llevarnos a decir “sí” incluso cuando preferiríamos decir “no”.

Tarea: recorrido por la infancia

Una forma fácil de empezar a hacernos una idea de las creencias que configuran la zona de (des)confort es imaginar que hacemos un recorrido por el mundo de la infancia. Si traemos a la mente una imagen de la casa en la que crecimos (preferiblemente entre los tres y los siete años), habrá ciertos recuerdos flotando en la conciencia. Algunos serán felices, otros tristes, solitarios o atemorizantes, pero todos los sucesos que podamos recordar (y probablemente algunos de los que no podemos acordarnos) juegan un papel a la hora de determinar el sentido de la propia identidad y lo que a la mente inconsciente le parece cómodo.

Tarea: reescribir el futuro

Para proporcionar al inconsciente un nuevo mapa para los cambios que vamos a realizar, debemos hacer una lista de las diferencias que más nos gustaría advertir con estas mejoras. La norma es asegurarse de exponer todos los detalles en positivo, y no en negativo.

Visualización

A continuación, visualizaremos esta nueva versión de nosotros mismos en nuestras vidas. Se supone que es nuestro yo actual pero con un conjunto de creencias distinto. No se trata de ver una versión futura de uno mismo que ya ha conseguido hacerlo todo bien (en los próximos dos capítulos quedará clara la importancia de esto). Hay que verse a uno mismo como si fuera el protagonista de una película sobre la mejora gradual de su propia vida. Observar la forma en que empezaríamos a comportarnos de forma distinta y las nuevas clases de interacciones que podríamos disfrutar más. Advertir el lenguaje corporal positivo, el tono de voz y otros aspectos que se pueden cambiar y que ponen de manifiesto una mayor seguridad, calma o felicidad.

Cerraremos los ojos y dedicaremos unos momentos a esta visualización. No todo el mundo ve imágenes nítidas en su mente, por lo que no pasa nada si solo tenemos una idea vaga o vemos fragmentos de imágenes. También nos podemos centrar más en los sonidos o sentimientos asociados al escenario de la visualización.

El reto es repetir esta visualización (solo unos instantes) cada día durante una semana. Para acordarnos podemos incluirla en la rutina de antes de acostarnos o al cepillarnos los dientes por la mañana. Puede que siempre se repita lo mismo o que aparezcan nuevos detalles al repetirla. No hay que olvidar que se trata del yo en proceso de mejora, no del «ya mejorado». Para cambiar la ruta del mapa hacia un lugar nuevo, es necesario proporcionar a la mente información sobre los pasos que puede ir dando ya para situarnos en el camino correcto.

Entrar en acción

Cuanto más tiempo y reflexión dediquemos a una tarea como esta, más probable es que podamos hacer los cambios en la realidad. Sin embargo, no se trata solamente de visualizar y luego esperar a que los cambios se manifiesten de forma mágica. Hará falta un poco de decisión consciente también. Podemos invitar a la mente a empezar a reescribir las viejas creencias simplemente comportándonos con más frecuencia como si hubiera otra opción mejor para nosotros, que fuera cierta. La pregunta final es la siguiente:

¿A qué podríamos apuntarnos, en qué podríamos tomar parte, o qué le diríamos a alguien hoy mismo que fuera algo inusitado (aunque agradable) para nosotros?

Hagamos algo distinto en aras del cambio. Y cuando el monstruo meta baza, podemos agradecerle su preocupación, y luego recordarle amablemente que participar en un grupo de oratoria no es lo mismo que recitar un poema en la reunión de la escuela primaria.

Capítulo 4: Deseos

Apegos inconscientes y el conflicto del deseo

Tarea: comprender la motivación

Ha llegado el momento de abordar la siguiente tarea. Empezaremos confeccionando una lista de las cosas que más nos motivan en un contexto concreto de la vida, y recurriremos a ella en los próximos dos capítulos (por eso es conveniente anotarla en papel).

Freud

Freud introdujo la idea de que los recuerdos y experiencias reprimidos pueden influir en el comportamiento y las emociones de una persona, incluso si no son conscientemente recordados. Aquí hay algunas explicaciones relacionadas con esta idea:

Inconsciente y Represión: Según Freud, las experiencias dolorosas o traumáticas a menudo son reprimidas en el inconsciente. Aunque el individuo puede no ser consciente de estos recuerdos, su influencia sigue presente y puede manifestarse en patrones de comportamiento repetitivos.

Patrones de Comportamiento Repetitivos: La teoría psicoanalítica sugiere que los patrones de comportamiento repetitivos pueden ser una forma de intentar manejar o resolver conflictos emocionales no resueltos del pasado. Estos patrones pueden surgir como mecanismos de defensa inconscientes.

Transferencia: En el proceso terapéutico, la transferencia es un fenómeno en el cual los sentimientos y patrones de relación de un individuo hacia figuras significativas del pasado se proyectan en el terapeuta o en otras personas en la vida actual. Esto puede proporcionar al terapeuta pistas sobre problemas no resueltos.

Capítulo 5: Espejismos

El Monstruoparte de nuestra personalidad que conectamos con esas dolorosas creencias sobre uno mismo
Creencias limitantescreencias arraigadas
Mensaje de cableado activo

  1. Tor Nørretranders (1998). The User Illusion: Cutting Consciousness Down to Size. Viking. ISBN 0-670-87579-1. ↩︎

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